3/5/12

Un cuchillo en la calle

Usted salio a la calle, y el fresco aire de aquella noche de primavera le erizo la piel. Era de suponerse que luego de un día tan caluroso usted saldría desabrigado. Abandonado el edificio, antes habiendo bajado por las escaleras desde el cuarto piso, por que a usted le dan pánico los ascensores, caminó hasta la esquina alcanzando así Paraná. Por esta misma calle usted subió sumido en pensamientos y murmullos, hasta que se daba cuenta de que hablaba solo, y realmente lo hacia, y seguía entonces con los pensamientos las descabelladas ideas que le venían a la cabeza. En su interior, que era la única parte verídica de su ser, aunque no la mostrara, por que el resto, lo sabia usted muy bien, era una gran mentira, en su interior solo pensaba en lo maleducado que Federico había sido, en que siempre le faltaba el respeto, y usted, por simple formalismo o falta de personalidad, le ofrezco elegir el motivo que le sea más de su agrado, nunca detenía, como tendría que hacerlo un supuesto caballero de su talla. Y así, caminando, sumergido en oscuros pensamientos contra Federico, por una simple broma del destino (hubiese dicho usted con su poética forma de decir las cosas) vio el cuchillo en el suelo, ahí, junto a la basura, tan cargado de fuerza, de oxido, que usted sonriendo (y deteniéndose, por que se que lo hizo) se dijo que era una locura mientras imaginaba su mano derecha tibia a causa de la sangre de Federico que también bañaba el cuchillo mezclándose con su oxido (me refiero al del cuchillo pero también podría ser el de sus entrañas), y eso a usted le gustaba, como no habría de hacerlo, siempre fue usted un ser vengativo, y el poder lo enloquecía hasta el punto de darse el gusto de pensar en cosas como la muerte, si es que solo las pensaba. Usted se quedo un rato admirando el cuchillo, su mango de madera, su hoja oxidada, y siguió camino sin reparar en si había levantado el cuchillo del suelo o no, pero lo había hecho, agachándose y acariciando suavemente el aire con la mano, hasta encontrarse los dedos con el cuchillo, el cuchillo con el aire, su bolsillo con el cuchillo. Y así, mirando atrás un poco dubitativo, decidiéndose, volvió a bajar por Paraná, doblo la esquina, y toco el timbre de un departamento del cuarto piso, donde Federico atendió sorprendido por su pronto regreso, pero lo mismo le abrió con el portero, y usted volvió a subir los cuatro pisos por la escalera hasta encontrarse con la puerta abierta, la mano recorriendo el aire para entrar al bolsillo, encontrar el cuchillo, y blandirlo en el aire silenciosamente a espaldas de Federico que nunca lo vio venir.

4 comentarios:

Administrador dijo...

qué buen relato, tienes una forma de escribir muy particular. sinceramente, me encantó. ah, muchisimas gracias por visitar mi blog.

jorge angel dijo...

me gustan tus cuentos breves, seguí escribiendo, será un placer seguirte leyendo.

abrazos

Matías dijo...

gracias muchachos lo mismo opino de sus blogs y gracias por la visita...

Recomenzar dijo...

Piensas lo que has decir, dices lo que esperan oír, oyen lo que quieren escuchar.