3/5/12

Simplemente instinto

Día tras día, mientras tejen sus telas, mientras comen, aun mientras duermen, las arañas del techo del aula 203 escuchan infinitos soliloquios matematicos.
Una y otra vez, entran por sus orificios auditivos, si es que no escuchan por algun otro artificio que desconosco, incontables fórmulas para inentendibles e igualmente incontables usos.
Con tristeza, las doctas arañas comprenden la perfección de la evolución de sus telas. Ahora muchas mueren de ambre, y otras muchas mas pasan noches y noches tratando de descifrar la forma de capturar nuevamente sus pasadas presas, ya que han abandonado su milenario arte de tejer por la complejidad del cálculo previo.
En sus muchos ojos, puedo imaginar, la mirada lejana, como extraviada, extrañando aquellos días en los que la perfección era simplemente un instinto.

El lugar mas triste del mundo (3)

Era de noche, el silencio era parte de la esencia de cada uno de los objetos de aquella casa. Todo estaba tranquilo. Martín dormía, dormía y soñaba cosas bellas, sueños con flores y nubes, esas cosas blandas y blancas, y sonreía en su sueño queriendo no despertar jamás a esa pesadilla que el llamaba vivir. De repente, el sueño fue cambiando de a poco. Paso a paso, opacos se volvían los colores que habían sido rodeados por humo, las flores se marchitaban de poco, todo parecia morir de repente. En el sueño, asustado, martín se miro las manos que ya no eran manos, en un sueño que ya no era un sueño y solo vio barro. Confundido, se despertó agitado. Oh dios que fea pesadilla alcanzo a decir antes de convertirse por completo en tierra. Polvo eres y en polvo te convertirás.

Sueños

Ayer, frente a un falso y fallido intento por olvidarla, volví a soñar con ella, y pensé en hacer una poesía alusiva a las hazañas realizadas por su belleza. Pensé decir que ella se pasea por la delgada línea que separa las cosas de este mundo con las de otro que es mas bello, si es que ella no es esa línea o ese mundo. Pensé en elogiar lo etérea de su sonrisa, lo trascendental que se vuelve el universo que la rodea, lo hermoso que es el cielo entre sus cabellos, si es que el cielo no es ella, o es cielo por que ella esta. Pero como hablar de ella sin faltar a la verdad, como describirla encontrando adjetivos perfectos a cada instante. Ayer descubrí, que las palabras no son suficientes para hablar de su belleza. Ayer, frente a un falso y fallido intento por olvidarla, volví a soñar con ella.

Un cuchillo en la calle

Usted salio a la calle, y el fresco aire de aquella noche de primavera le erizo la piel. Era de suponerse que luego de un día tan caluroso usted saldría desabrigado. Abandonado el edificio, antes habiendo bajado por las escaleras desde el cuarto piso, por que a usted le dan pánico los ascensores, caminó hasta la esquina alcanzando así Paraná. Por esta misma calle usted subió sumido en pensamientos y murmullos, hasta que se daba cuenta de que hablaba solo, y realmente lo hacia, y seguía entonces con los pensamientos las descabelladas ideas que le venían a la cabeza. En su interior, que era la única parte verídica de su ser, aunque no la mostrara, por que el resto, lo sabia usted muy bien, era una gran mentira, en su interior solo pensaba en lo maleducado que Federico había sido, en que siempre le faltaba el respeto, y usted, por simple formalismo o falta de personalidad, le ofrezco elegir el motivo que le sea más de su agrado, nunca detenía, como tendría que hacerlo un supuesto caballero de su talla. Y así, caminando, sumergido en oscuros pensamientos contra Federico, por una simple broma del destino (hubiese dicho usted con su poética forma de decir las cosas) vio el cuchillo en el suelo, ahí, junto a la basura, tan cargado de fuerza, de oxido, que usted sonriendo (y deteniéndose, por que se que lo hizo) se dijo que era una locura mientras imaginaba su mano derecha tibia a causa de la sangre de Federico que también bañaba el cuchillo mezclándose con su oxido (me refiero al del cuchillo pero también podría ser el de sus entrañas), y eso a usted le gustaba, como no habría de hacerlo, siempre fue usted un ser vengativo, y el poder lo enloquecía hasta el punto de darse el gusto de pensar en cosas como la muerte, si es que solo las pensaba. Usted se quedo un rato admirando el cuchillo, su mango de madera, su hoja oxidada, y siguió camino sin reparar en si había levantado el cuchillo del suelo o no, pero lo había hecho, agachándose y acariciando suavemente el aire con la mano, hasta encontrarse los dedos con el cuchillo, el cuchillo con el aire, su bolsillo con el cuchillo. Y así, mirando atrás un poco dubitativo, decidiéndose, volvió a bajar por Paraná, doblo la esquina, y toco el timbre de un departamento del cuarto piso, donde Federico atendió sorprendido por su pronto regreso, pero lo mismo le abrió con el portero, y usted volvió a subir los cuatro pisos por la escalera hasta encontrarse con la puerta abierta, la mano recorriendo el aire para entrar al bolsillo, encontrar el cuchillo, y blandirlo en el aire silenciosamente a espaldas de Federico que nunca lo vio venir.

Mascaras

_Por que si uno lo analiza bien, las palabras no son más que mascaras_, comentaba franco exhalando el humo por la nariz, mientras yo entre señas le pedía al mozo más licor. _Si, como he dicho, son solo mascaras perfectamente sincronizadas que le dan sentido a la realidad_ continuó_, que articulan nuestros pensamientos, que nos hacen figurar un árbol cuando decimos la palabra árbol, o una hoja, o una estrella como un punto, un agujero luminoso en el techo del cielo, una gotera_. Normalmente me costaba seguirle, siempre con ideas afiladas, puras, tan manoseadas que casi transparentes acariciaban la locura, pero esta vez alcanzaba a tocar la nariz de lo que trataba de transmitir, palabras, ideas, un vinculo tal que una no existiría sin la otra y viceversa, ¿pero mascaras? Que clase de rostros se esconderían detrás. Con cara pensativa, llevo una vez mas el cigarrillo a su boca, el estaba ahí, su cuerpo estaba ahí sentado en aquella silla, a mi lado, ¿pero mascaras?, y sonreía entre tragos de licores, ya sin hablar, meditando, masticando las palabras, las ideas, las mascaras, preguntándose, o quizás no, que era lo que me impedía entender tan claro concepto, y yo ahí, con el, o quizás sin el, pero de todas formas estaba ahí. _ Creo que las palabras le han dado forma al mundo en el que vivimos_ dijo sin levantar la mirada_ si, por que si redondo no fuera lo que concebimos como tal, el mundo seria distinto, por citar un ejemplo._ Salimos del bar y caminamos, mojándonos hasta las ganas de caminar con una lluvia tímida de primavera, pasando por una plazoleta donde una pareja parecía no notar el mal clima entre risas y besos, y mascaras dichas al oído, y tres cuadras, la casa de Franco, que reía divertido por el paseo de saltos entre espejos vivos. El calor del hogar, una botella de licor de dulce de leche. Todo parecía indicar, y cuando digo todo no solo hablo de las cosas buenas sino también de las malas, como las sombras, o los ojos negros en las paredes mas negras aun, en fin, todo, que la noche seria tranquila, que iría fluyendo tímida y silenciosamente como la lluvia. La música suave acariciaba nuestros oídos, una sonrisa entre sombras y humo, Franco ha encendido un cigarrillo, llena los vasos de licor. Desde afuera la lluvia se mezclaba con la música, van bien juntas, las nubes llevan el rito de miles que ahora cae como agua in a silent way, y esta adentro, y esta afuera, es parte de todo, a lo mejor también es una mascara, un chaparrón musical, gotas danzantes que llevan bien el ritmo de su trompeta. Cierro lo ojos, un pasillo largo, oscuro, aparece, una luz al fondo, rostros en las paredes me observan, salen de las sombras y me observan, palabras sueltas sin sentido por sus oscuras bocas también sin sentido, ¿acaso mascaras?. Las paredes se cierran, las luz lejana parece vacilar, duda de su brillo frente al avance de las sombras y los rostros, o acaso mascaras, o palabras, no puedo respirar. El vaso rodó por el suelo sin romperse en la caída y el licor se esparce lentamente, Franco me miró sorprendido _ ¿estas bien?_ pregunto. Asentí con la cabeza sin saber donde estuve, pero sabiendo que era un lugar lejano, lleno de palabras sueltas, sombras. Solo un mal sueño. _ Me quede pensando en lo de las mascaras_ escuche mi voz decir, pero no sonaba como mi voz, aunque saliese de mi boca definitivamente no era mi voz, y afuera la lluvia, y adentro Miles, aunque era difícil decir donde estaba cada uno si es que no eran lo mismo o estaban juntos.
_ Si lo analizas bien la verdadera función de una mascara es la de darle a un la impresión de estar viendo un rostro, que, siendo ficticio, esconde otro detrás, ¿no se si me entendés?_ Expreso Franco levantándose un poco del sillón en el que estaba sentado. Yo entendía, y claro que lo hacia, ahora no solo veía las palabras como mascaras sino mas bien como un pasillo lleno de ellas en las paredes, con una luz vacilante al final.
Franco levantaba el vaso mientras yo en silencio meditaba sus palabras al compás de Miles, que esta noche estaba rodeado por un aura, algo mágico, o a lo mejor la lluvia le daba esa cualidad, o quizás la compartían, como si uno hubiese surgido del otro o simplemente se complementaran. Nunca me había dado cuenta, aquel pequeño cuarto poco iluminado era bastante acogedor, el techo de madera alto, los dos sillones enfrentados, la mesita ubicada entre estos, la computadora al fondo a la izquierda de la habitación y ese tenue color azul de las paredes coordinaban perfectamente juntos. Casi todo en esa noche lluviosa encajaba como una pieza de rompecabezas, de esos que uno no puede imaginar la figura que resultara de unirlas sino casi hasta el final, la única pieza que aun carecía de una forma análoga a las demás era ese sueño de paredes empapadas de máscaras.
Levantándome, me encamine hacia la computadora, tenia la duda de si otros artistas del jazz podrían causar esto que Miles estaba haciendo con su trompeta y la lluvia, esta ilusión de música palpable, de hacer las notas flotar visiblemente en el aire como si fuesen palomas, o a lo mejor el licor, quizás la lluvia, ¿pero mascaras?
Me di vuelta y ahí estaban, moviendo sus silenciosas bocas negras y acercándose a mi, mascaras, miles de ellas sobre la pared, a mi derecha, la vacilante luz, y a mi espalda mas mascaras que acariciaban mi nuca con fríos susurros. Todo era cada vez mas estrecho, mas asfixiante, las paredes se cerraban, y yo ahí, justo en el medio. Intente gritar, despertar tal vez, pero el grito se ahogo antes de salir por mi boca, "maldita pieza de rompecabezas defectuosa" pensé sonriendo. Frente al avance de lo que parecía ser el enemigo, hice lo mas lógico que una situación asi exige, corrí con todas mis fuerzas hacia la luz.
Sentado con el vaso en mano, sin saber como ni cuando había llegado ahí, pude ver que Franco me miraba entre sorprendido y perplejo, dudando del licor, o de sus ojos._Que mierda te pasa_ dijo sonriendo _te paras, gritas y te sentas lo mas tranquilo como si nunca te hubieras parado. Me parece que ya tomaste demasiado_. Concluyó. Y si, esa era la respuesta más lógica, por que si trataba de explicarle (o explicarme, que no es lo mismo pero es igual) donde estuve (si es que había abandonado aquella habitación) o que había visto en el lugar donde nunca había estado, todo carecería de sentido, ¿pero máscaras?
_ Si_ comenté en seco_ me parece que estoy medio borracho_._ ¿Medio?_ añadió Franco en tono sarcástico, sonriendo entre el humo y un trago de licor. Podía ser que tuviese razón, el alcohol provoca en algunos casos este tipo de alucinaciones, ¿pero mascaras?, ¿un pasillo?, ¿la vacilante luz? Ahora todo parecía sumergido en sombras, lejano de la belleza que momentos antes me inspiraban la sincronización de las cosas, la lluvia era solo agua, un pequeña orquesta de splashes que para nada llevaban el ritmo de Miles, que ahora parecía tosco, falto de fluidez, con sonidos entrecortados y repetitivos, sin la magia, sin el aura que hace un rato veía en esas notas palomas carentes de forma y sobre todo invisibles.Con gran estrépito, y agitado como si en vez de metros hubiese recorrido kilómetros, alcance la luz al final del pasillo. Lejos de cualquier preconcepto o expectativa que podría haberme hecho sobre lo que seria el contacto con la luz, aparecí en lo que parecía ser una selva. Al darme vuelta el pasillo ya no estaba mas, era todo selva, pero el aire estaba raro, pesado diría yo, y sentí sus gritos, y entre sombras y arbustos vi las luces de sus antorchas, malditas máscaras, ahora con cuerpos para transportarse, me seguían, me buscaban, se divertían. Corrí, corrí como nunca antes había corrido, tropezando y chocando contra toda planta que se ubicase delante de mi, en ciega estampida me abría paso a lo mas profundo del bosque tratando de perderlos. Después de unos treinta minutos de una carrera feroz, y sin mirar atrás, alcance un claro, una antigua construcción se alzaba en el centro. "Que estúpido, estoy en su aldea" pensaba maldiciendo en voz baja, ya casi sin esperanzas. De repente, la puerta del extraño fuerte (decidí llamarlo así, ustedes pueden hacerlo como quieran) se abrió y Franco salió de el. _Dale boludo, entrá antes de que lleguen_ dijo Franco dándome la mano, mientras cerraban la puerta a nuestras espaldas frente a la avalancha de sombras y mascaras.
Lo que más le dolia eran los pies, más que el hambre, más que el cansancio, más que cualquier otra cosa, sus pies ocupaban el centro de todo en ese momento, por lo que Octavio decidio detener la marcha para descansar junto al camino, quizas tambien pasar la noche alli. Salió de la senda y en la transicion, de la tierra y las piedras al pasto, sintió un alivio ensordecedor. Dejó sus cosas en el piso, la mochila por un lado, como acostada, y sobre ella cuidadosamente la guitarra. Al sentarse, dirigió su vista al lago, nunca antes se habia sentido tan pequeño y a la vez tan grande, nunca antes habia sentido el tiempo tan estatico, todo era en camara lenta.

...

A flor


Al borde del naufragio poético,
suelto/el timón de mi vida
y cierro los ojos e imagino: el crujir de las maderas,
las piedras masticando sus entrañas de sabia,
la costa entrando por la proa sin permiso,
yo/ ahogandome/ en mis ganas de habitarte,
esperando que la marea/
me devuelva a tus orillas.