20/3/07

Marea verde

Al entrar en su casa, Alberto se dirigió, atravesando el living, luego la cocina y por ultimo el pasillo, hacia su habitación, era de noche, una cálida y tranquila noche. Al encender la luz pudo observar con terror que todo estaba cubierto de sapos, cientos y cientos de bultos verdes, que se amontonaban sobre su escritorio, su armario, su silla, su cama, yendo de aquí para allá.
Sin saber como reaccionar, lo primero que le vino a la mente fue una escoba, idea tan estúpida como cualquier otra que podría surgir del enfrentamiento con cualquier situación como esta. Sacudiendo la cabeza, alejó la imagen de la escoba, la cual le seguía pareciendo una buena idea, para volver a los sapos, sorprendiéndose de estar aun ahí parado frente a la viscosa marea verde.
Trato por unos minutos de entender como habían llegado tantos sapos a su habitación y por que aumentaban en cantidad tan empeñosamente. “A esta velocidad dominaran el mundo en cuestión de días” pensó riéndose admirado por su gran sentido del humor y al instante volvió a su mente la imagen de la escoba como algo de primera necesidad. "Pero por que aun seguía parado ahí, siendo la solución algo tan simple como un utensilio de limpieza", se preguntaba con vehemencia. Con un gran esfuerzo logro volver su atención hacia los sapos y recorriendo el pasillo, llego a la cocina en busca de una escoba. “Todo se resolverá rápidamente” pensó. Dejo la cocina y tomó el pasillo hacia su habitación a la cual nunca llego.

19/3/07

El lugar mas triste del mundo (4)

Estaba rodeado, el lo queria asi. Una densa oscuridad lo cubria, en todas las direcciones, aislandolo de todo lo que a su corazón dañaba. Caminó lento, como sin querer hacerlo y miro con lastima el frasco, olvidando todo. Haciendo un sonrisa forzada y dolorosa, sacó de él dos pastillas, ya estaba cansado, necesitaba irse de ese lugar para siempre. Tomando coraje, leyo del pequeño emboltorio que cubria al frasco: "no tomar mas de dos pastillas a la vez, daños nosivos para la salud... muerte". Esa era la palabra justa, la que el buscaba. Se acerco a la cama, miró de nuevo el frasco, lo dio vuelta y dejo caer en su mano cinco pastillas mas. Las tomo todas de un solo intento, ansiosamente, y se sento a esperar...

11/3/07

Dulces sueños mi querido viento

El viento golpea mi ventana, y acto seguido cesa, solo para hacerme enfurecer, para crear en mi esa sensación de terror que surge del ruido de la ventana cruzando la oscuridad de mi hogar hasta mis oídos. Y ahí esta el, riéndose escondido, esperando momento oportuno para avanzar otra vez, y así hacer de mi sueño pesadilla.
Recorre el viento casa por casa, aterrando en el silencio de la noche a los solitarios, golpeando puertas y ventanas, moviendo ramas con hojas secas.
Si uno presta oído atento, podrá oírlo reír como un niño que hace travesuras, o querido viento que en tu incansable recorrido por todos los rincones llenas con tus ruidos de miedo la paz de mi descanso. Por esta razón siempre me veo obligado a levantarme de mi cama maldiciéndolo, dándole el gusto por que le encanta oírme maldecir, lo se por su risa, y cerrarle la ventana en la nariz.
Dulces sueños mí querido viento.

4/3/07

Sin darse cuenta

Sabía verlo vagar por la casa como un sonámbulo, con los pasos pesados y la mirada perdida y triste. A veces, intercambiaba algunas palabras con Clara o conmigo, pero nunca tuvimos el valor de decírselo. Y así pasaba sus días, recorriendo un sinnúmero de veces el pasillo, o mirando por la ventan como evocando un pasado recuerdo sin saber bien cual ni por que. Yo, por mi parte hacia mi vida sin prestarle mucha atención. Iba al trabajo, hacia las compras, leía uno que otro libro, que por lo general eran de Cortazar que ya por ese entonces se había convertido en vicio, pero a pesar de lo apretada que mi rutina hacia mis horas libres, siempre encontraba un tiempo para el, para alguna de sus historias que aun sabiendo que no raspaban lo real ni un instante, siempre me fascinaba escuchar. En cambio Clara, aun teniendo el mismo cariño que en el pasado por el, le dedicaba incontables horas ayudándolo a mantener vivo recuerdos que siempre cambiaban recorriendo los confines de su imaginación, convertidos en cuentos mas que en anécdotas de vida.
No recuerdo bien como fue, pero un acuerdo con Clara y una mala pasada de la suerte me hicieron responsable de decírselo. Pero como hacerlo. Como decirle que se había muerto hace tiempo ya, y sin darse cuenta, aun se seguía levantando todas las mañanas sin saber que ahí, en ese preciso lugar, quedaba su cuerpo acostado, sin vida, mientras el recorría la casa con pasos pesados y la mirada perdida y triste.