Con suavidad, tomo la primera página de aquel viejo libro y la magia empieza a fluir. Desde sus páginas caen ríos dorados que inundan mi habitación, maravilloso paraíso, y sus personajes se hacen carne, se hacen vida.
La historia, que ya no es historia sino sueño, y ahora líquidos con colores, y luego sueño o historia otra vez, va poco a poco siguiendo su rumbo, como un barco que deja en las manos del río su destino, y descansa mientras el río lo mece y lo saca fuera de las montañas.
Ahora el barco se ha dormido, y las piedras le rozan los cabellos, están al acecho, se afilan y se tiran sobre el para herirlo. Pero el río es bueno, o al menos lo aparenta y lo aleja de piedras que gritan y bailan en trance, sedientas de sacrificio.
Y el paisaje, que es bello por partes, se asoma al río, no para ver su reflejo como suele hacerlo, sino por que le interesa el destino del barco, le gusta ver la sangre fluir entre las rocas, alimenta sus ojos, sus vanidosos ojos, espera con ansias el momento para ver las maderas desgarrarse de a poco.
El río, cambiando el color de sus aguas, con un grito de euforia, mece al bote con violencia. Lo lleva de aquí para allá, entre pequeños saltos de agua y remolinos, lo lastima…
En realidad, nunca pude leer mas allá de esta parte, siempre me dio miedo por el pobre barco. Por eso siempre cierro el libro, y me acuesto a soñar que todo era un sueño de líquidos con colores, y que siempre es feliz el final.
La historia, que ya no es historia sino sueño, y ahora líquidos con colores, y luego sueño o historia otra vez, va poco a poco siguiendo su rumbo, como un barco que deja en las manos del río su destino, y descansa mientras el río lo mece y lo saca fuera de las montañas.
Ahora el barco se ha dormido, y las piedras le rozan los cabellos, están al acecho, se afilan y se tiran sobre el para herirlo. Pero el río es bueno, o al menos lo aparenta y lo aleja de piedras que gritan y bailan en trance, sedientas de sacrificio.
Y el paisaje, que es bello por partes, se asoma al río, no para ver su reflejo como suele hacerlo, sino por que le interesa el destino del barco, le gusta ver la sangre fluir entre las rocas, alimenta sus ojos, sus vanidosos ojos, espera con ansias el momento para ver las maderas desgarrarse de a poco.
El río, cambiando el color de sus aguas, con un grito de euforia, mece al bote con violencia. Lo lleva de aquí para allá, entre pequeños saltos de agua y remolinos, lo lastima…
En realidad, nunca pude leer mas allá de esta parte, siempre me dio miedo por el pobre barco. Por eso siempre cierro el libro, y me acuesto a soñar que todo era un sueño de líquidos con colores, y que siempre es feliz el final.
3 comentarios:
nunca lo había visto de esa manera, bonita narración sobre la experiencia de leer un libro.
abrazos
el acto de leer un libro no depende solamente de lo que el narrador quiera decir, sino tambien de como quiera (si es que esta en sus posibilidades elegir) el lector entender lo transmitido, o por lo menos, ese es mi humilde punto de vista... asi la obra nunca esta completa sin el lector...
Este post no lo habías publicado ya en tu blog anterior?
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