“Nunca se lo había visto a Carlos trabajar con tanto entusiasmo”, pensaba Silvia tratando de recordar en vano algún momento haber visto a Carlos así. Para ella siempre había sido fácil interpretar sus intenciones con el simple hecho de ver su rostro, hacia tanto que vivían juntos, que se amaban, que las palabras pasaban a segundo plano dejando así espacio para el lenguaje de los gestos, de las caras, el lenguaje de ser uno con el otro y oírlo pensar aunque no lo diga, el lenguaje del amor.Desde que había instalado ese pequeño y rustico intento de laboratorio al fondo de la vieja casa, Silvia nunca había tenido la intriga, las ganas de transgredir, de cruzar la línea que delimitaba el único espacio que no compartían, como aquel día.Nunca habían sido tantos los esfuerzos de Carlos por ocultarle lo que estaba haciendo y ella lo notaba a cada instante, temiendo preguntarle otra vez, por el simple hecho de no querer chocar contra su evasiva. Pero cediendo a la tentación, preguntaba, y otra vez Carlos, utilizando sutilmente las palabras como solo el sabia hacerlo, cambiaba con tanta facilidad de tema que dejaba a Silvia sin respuesta alguna.Luego de varios intentos fallidos mas y habiéndose resignado a esperar hasta el final Silvia pasaba sus horas mirando la puerta del laboratorio para verlo salir y abrazarlo. Suponía ella que tanto misterio se debía seguramente a alguna especie de regalo, por que esa era la única respuesta lógica que de este tema se podía sacar para explicar tan inusual comportamiento.Una noche, estando los dos acostados, Silvia estaba leyendo una novela, cuando Carlos, sentándose en la cama, la miro y dijo:” después de mucho pensar, idear, planear, he logrado inventar un artefacto que atrapara a la luna mientras esta hace su recorrido nocturno por el cielo”.”Ahora si que se te safo un tornillo”, respondió Silvia riendo un poco asustada por el comentario descabellado de Carlos.No encontrando apoyo en su mujer, que solo veía esto como una faceta en la que el se creía un científico loco o algo así y que ya pasaría, Carlos recurrió al incansable y siempre disponible oído de los amigos, los cuales, luego de reírse por varias horas, le preguntaron si hablaba en serio.Estando furioso , unas cuantas noches después de haber comentado la idea, Silvia vio salir a Carlos, con un aparato extraño, del laboratorio y dirigirse al patio sin darle la mayor importancia. Meses después todo el mundo se preguntaba cual era la causa de tan extraña desaparición, pero Silvia y los amigos de Carlos sabían muy bien cual había sido el motivo, y Carlos se negaba a decir donde había escondido la luna, esa que tantas veces fue tópico en poesías, cuentos y reportes.
24/10/06
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2 comentarios:
argentina is a great place
i d like to come and visit one day
jajaja, a veces a los carlos no nos creen nuestras locuras, tan reales como la luna...
Interesante escrito,
saludos,
Carlos del valle.
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