Esta es una historia triste, pero no por que en su esencia lo sea, ni porque me toque contarla a mi, un hombre triste, sino por que fue la ultima vez que lo vimos al Roque, y creo yo, que contar lo sucedido se parece a mantenerlo vivo, vivo en la memoria, que es el ultimo lugar para un hombre ya sin vida.
Roque era una de esos hombres buenudos que andan por la vida sin sobresalir demasiado, pero que dejan una marca en todo aquel que los conozca, una bien profunda, de esas que te hacen replantearte muchas cosas, o pocas, pero te hacen pensar igual. Solía visitarme casi todos los jueves. Nos íbamos al bar. de la esquina y, entre wisky y licores, con los ojos grandes y atentos me pedía que le contara alguna historia. Cualquier historia valía para el, no importaba si fuese verdad o puro invento de mi imaginación, que siempre fue muy activa, si fuese propia o ajena, el siempre, con la atención que lo caracterizaba, me escuchaba de principio a fin terminando uno por uno los tragos con pequeños y silenciosos sorbos. Siempre decía que yo era un buen narrador, y creo que por eso contar su historia es en si devolverle un poco de vida.
La ultima vez que lo vi fue un jueves, me había pasado a buscar por casa con una maleta, se iba esa noche no recuerdo muy bien a donde. Como de costumbre, en el bar esperamos que se hicieran las tres, hora en la cual el partiría, mientras solo se escuchaba mi voz contando no se que historia del turco Jasir, que el wisky se encargaba de nutrir de suspenso y adjetivos característicos de la elocuencia del alcohol. A eso de las dos y media pagamos, y, con media historia todavía en la punta de la lengua, nos dirigimos a la estación de colectivo caminando por que no estaba lejos y la noche se prestaba para el paseo.
Al llegar, Roque se acerco al coche, entrego la maleta al chico que la cargo, y se despidió de mi antes de que el chofer le revisara el boleto para poder subir. Si la memoria no me falla creo que el colectivo, de esos de un solo piso, era de la empresa la veloz. Inmóvil, lo vi subirse, recorrer el pasillo esquivando a una señora con su niño que saltaba entre los asientos y acomodarse en un lugar al fondo. El coche arrancó, y nunca supe bien si fui el único que lo vio, una luz naranja poblaba la parte trasera del colectivo mientras este salía de la estación. Esas cosas nunca se saben con certeza.
Al otro dia, el coche, que nunca había llegado a destino, fue encontrado en alguna parte de la ruta nueve reducido a cenizas. Si me preguntan si lo extraño diré que mucho.
9/8/07
Colectivo en llamas
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2 comentarios:
...triste, pero no demasiado. Lo hacés fácil de aceptar.
Un beso. Y me alegra que hayas vuelto a la carga.
hola, losiento por lo de tu amigo, de verdad que es triste...
me gusta tu espacio.
saludo
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