Y allá, en el país de las flores, ese que en cada esquina sorprende un aroma distinto dejando a los sentidos entre atónitos y maravillados, allá, donde el suelo parece un espejo, un prisma que devuelve la luz del sol desglosada en miles de colores, allá en ese perdida nación de largas raíces, el dueño de un jardín de tulipanes llora con desconsolado luto mientras mira los cuerpecitos verdes cortados a la mitad, meciéndose con el viento que otrora hacia bailar sus sonrientes flores. La gente que pasa, tristes las miradas, le acarician la espalda al hombre que grita mirando al cielo mientras este se nubla. Todos sacan sus polvorientos atuendos negros, se preparan para la última marcha en donde acompañarán a esos cuerpecitos verdes sin cabeza a un lugar mejor.
Ahora el hombre murmura entre dientes maldiciendo, maldice las manos asesinas que ahogaron las vocecitas de su jardín, y ya no quiere salir de su hogar hacia el cementerio, y la gente lo entiende entre llantos y caras largas.
Suena el timbre, el hombre sumido en un silencioso y terrible llanto se acerca a la puerta, y al abrirla un ramo, para su condolencia. El mira entre aterrado y sorprendido y cae al suelo con un ultimo grito agonizante, era mas de lo que cualquiera podría aguantar. El ramo estaba hecho con sus tulipanes, pálidas las caritas carentes de vida.
Ahora el hombre murmura entre dientes maldiciendo, maldice las manos asesinas que ahogaron las vocecitas de su jardín, y ya no quiere salir de su hogar hacia el cementerio, y la gente lo entiende entre llantos y caras largas.
Suena el timbre, el hombre sumido en un silencioso y terrible llanto se acerca a la puerta, y al abrirla un ramo, para su condolencia. El mira entre aterrado y sorprendido y cae al suelo con un ultimo grito agonizante, era mas de lo que cualquiera podría aguantar. El ramo estaba hecho con sus tulipanes, pálidas las caritas carentes de vida.