Antes de ver el agua correr con furia por la cubierta, el capitán del navío se había encadenado al mástil principal.
_¡¡Antes muerto, que abandonar la nave!! _ decía el marinero en su jerga característica y sin parche en el ojo.
Primero el agua le empapó ambos pies por igual. Luego la embarcación lentamente comenzó a inclinarse. Desde los botes salvavidas la tripulación conmovida miraba al valiente capitán entregándose voluntariamente a la muerte, solo para compartir el mismo destino que su barco. De tanta inclinación, el barco se partió a la mitad, y en medio del océano se hundió para siempre. Antes de hundirse el capitán largo una lagrima gorda y redonda, que contenía en cantidad salina toda su tristeza.
_Mira papá, una lágrima_ dijo el niño señalando el mar a sus pies en una playa lejana.
3 comentarios:
que triste!! pero me encanto este trocito de una historia...que da ganas de sabe mas!
besos
No te podés haber mandado algo tan groso. Qué hijo de puta.
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